La barca silenciosa-Pascal Quignard



Sobre la mesa veo el libro. Llegó no sé cómo al departamento. Alguien me habló de Pascal Quignard pero no recuerdo quién; quizás esa persona lo trajo.
Lo leo como si fuese Vidas Imaginarias de Marcel Schwob. Aunque aquí fantasía y realidad van mezcladas con atmósferas cargadas de vaivén de agua.

Y embalses.
Y mitos.
Y puentes.
Y puertos.

Forma parte de una serie inacabada de textos. Un corpus al que Quignard denominó El último reino.

Cuando gritamos por primera vez en el día, llevamos con nosotros la pérdida de un mundo oscuro, áfono, solitario y líquido. Siempre ese lugar y ese silencio nos serán sustraídos. Siempre una caverna negra, caminos subterráneos, sombras frente a uno mismo, límites sombríos, una orilla mojada hechizan las almas de los hombres, en todas partes. Todos los vivíparos tienen su guarida. Es la idea de un lugar que no sería mío sino yo en persona.
Se trata de un lugar antes que de un cuerpo.
La intimidad que hace remontar en el interior de uno mismo al mundo más antiguo es el bien más raro.
Siempre nos salva una confidencia que no confiaríamos a nadie, que por necedad no confesaríamos siquiera a nosotros mismos
.

Quien tiene un secreto, tiene un alma.

Siento una sensación como de volar -a tempo de pluma-. Una suspensión leve -como de talco-.

Se llamaba paraíso de puerto de mar, en Normandía, en mi infancia, a una simple silla cubiera con un mantel blanco que se colocaba en cualquier encrucijada de caminos. Clavado con chicnches contra el respaldo se podía ver un grabado piadoso rodeado de pequeños recipientes que contenían flores. Se encendían velas que se ponían frente al grabado, velas cuyas gotas fluían y se derramaban sobre la paja que formaba el asiento de la silla.
En el grabado, se veía una barca en una tempestad.
Dios, de pié sobre las olas, elevaba sus manos sobre el mar.
La barca de los paraísos de puerto de mar es la barca de los muertos. Es la barca de la laguna Estigia “rodeada de llamas negras”.
Solamente esas llamas negras, invisibles en la noche de los vivos, puesto que se confunden con la oscuridad estelar, arrojan un resplandor en la oscuridad infernal.


Lo dejo sobre la mesa y me siento a escribir. Este libro ah sido, para mí, un hallazgo.
Ojalá también lo sea para ustedes.

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