Taller Literario

Por lo general leemos textos propios o de autores que nos interesan. Bernardo, en su juventud, escribía cuentos y una vez almorzó con Borges. Hoy elige distraerse con un grupo de jóvenes que venimos a ser nosotros. Disfruta sobretodo del hecho de no haber publicado y por tanto de no existir.

Mis compañeros son tres: Alonso, un pesimista que escribe policiales dónde nunca se sabe la verdad, porque la verdad no existe y estamos condenados a una vida equivocada. Jorge que descubrió su amor por las letras leyendo “La figura en el tapiz” de Henry James y ahora se esfuerza, en vano, por imitarlo. Albertina se ocupa de literatura erótica y despunta el vicio del escatologismo. Por mi parte, escribo un epistolario: Imagino correspondencia entre personajes históricos. Por ejemplo, entre Petrarca y Dante, o entre Virgilio y Sansón.

Aquel martes Albertina había venido con su tío: El gran escritor.
Solicitado por suplementos culturales, programas de televisión y concursos literarios, éste hombre era el paradigma de su tiempo - que era nuestro tiempo-.
Traía un saco gris y corbata. Se acomodó en la punta de la mesa, se mandó un trago de vino y soltó:

- Hay que escribir poco muchachos. Ustedes, los jóvenes, tienen que saber que ya nadie lee esas biblias prehistóricas. Porque la literatura ahora es express. Hay que adaptarse a la nueva era: lo bueno viene en frasco chico.- levantó las cejas acentuando “chico”- Eviten el discurso moral -encendió un cigarrillo- No digo que no sea importante hablar de cosas como… -exhaló un humo espeso- salvo que escriban sobre la década del 70; ahí seguro que algún premio pueden manotear – su sonrisa me revolvió el estómago- Yo, que sé de esto, les aconsejo que participen de los concursos habidos y por haber porque es así: Ustedes pueden escribir bárbaro, pero si no los conocen, ¿a quién le importa? La literatura no es algo para la intimidad, hay que salir al mundo, hay que hacerse conocer: Hay que publicar.
Chasqueó los dientes, se refregó las manos, volvió a la carga:
- Hay que hacer valer el oficio: conseguir buenos contratos. Si somos los cerebritos de este país; los fabricantes de la cultura.

Albertina lo admiraba con emoción; era, además de sabio, su pariente. Los otros anotaban; había que registrar lo que el gran hombre decía.
Bernardo, con la excusa -que le conozco- de comprar tabaco, desapareció. Yo no pude más y vomité con voluptuosidad sobre la mesa.
Vomité enserio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Sabrina, mucho gusto. Soy Gabriel Fernando Sarobe, compañero mencionado en el concurso Mujica Láinez del año pasado y también en éste.
El viernes, recibí diez libros de la edición 2009 y pude leer todos los cuentos que no conocía. Entre ello el tuyo. Me pareció muy bueno "Fabricación de ideas"
Perdón ¿vos fuiste? porque a lo mejor nos cruzamos y no pudimos conocernos (en el caso que te interesara, claro)
Te envío mi mail, por si tenés ganas de establecer contacto: gfsarobe@fibertel.com.ar
Te mando un beso.
P.D: También bueno, Taller literario.