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Escritores congregados

 Recientemente el ensayista y psicoanalista argentino Marcelo Percia ha escrito en la revista  Pensamiento de los Confines (Fondo de Cultura, Buenos Aires, 2013): “La proximidad de la amistad no reside en el narcisismo, ni en la empatía, ni en la solidaridad; sino en el encanto de la locura del otro”
Ese encanto que define Percia es lo que consideramos que motivó a los intelectuales de todos los tiempos a hacerse amigos. Y a generar espacios comunes de producción a través de encuentros lúdicos que fueron denominados tertulias.  
José Antonio Martín Otín, hace una brillante e inspirada descripción de una de las tantas  reuniones que se celebraban en la Residencia de Estudiantes de Madrid allá por el 20, en la que los asistentes, en medio de lecturas e ideas, acostumbraban tomar abrumadoras cantidades de te:
En la esquina de la bruma brillaba un faro como una voz: contaba historias Federico García Lorca. Apostillaban los demás; Pepín Bello, al revés del mundo, le daba ideas a Federico para que el genio levantara torres de palabras. Pepín luego las recordaba todas y, con su misma entonación, las repetía. Dalí aspiraba el humo; a Buñuel, dentro y fuera de la congregación, le contaban luego lo charlado. Hinojosa, residente virtual, viajaba al embeleso, mecía Federico. Y Moreno Villa. Y Emilio Prados a punto de volver a Málaga. Y Alberti transeúnte. Los demás. Todos juntos. A esas reuniones vivas de poetas muertos les puso nombre Federico: “la desesperación del té”. Y Pepín Bello levantó el Acta (La desesperación del té: 27 veces Pepín Bello, Pre-Textos, 2008)

Los artistas de todos los tiempos y de los más diversos puntos geográficos se congregan desde siempre en casas, salones, habitaciones de hotel. Pero sobre todo en tabernas y bares.
Las tertulias del Café Colonial madrileño, presididas por Rafael Cansinos Assens fueron el ápice del nacimiento del Ultraísmo. Movimiento poético que buscaba reaccionar contra el modernismo cultural que imperaba en la época.




Un joven Borges está en España por ese entonces, y comienza a asistir al Café junto a su amigo Jacobo Sureda. E inmediatamente se une al grupo. Asistían, también, Guillermo de Torre, Juan Larrea, Pedro Garfias, entre otros.
En 1921 los Ultraístas editan la revista Ultra. Poesía. Crítica. Arte. Que funcionara como lugar de enunciación; como manifiesto.
En ese mismo año Borges regresa a Buenos Aires con todo el entusiasmo por difundir lo que había vivido en España, sintiendo la necesidad, ahora más que nunca, como ultraísta latinoamericano, de diferenciarse del estilo modernista representado por el nicaragûense Rubén Darío. Se propone armar entonces una revista en la que hubiera apertura a las artes plásticas, junto a la poética, en la que se privilegiara el uso constante de metáforas parodia y criollismo.
Junto a Macedonio Fernández, Eduardo González Lanuza, Francisco Piñero y su hermana, Norah Borges, crea la revista Prisma mural.
Un año después, el mismo grupo funda la revista Proa con el fin de promover lo mejor de la literatura de la época.
Ese ambicioso afán no sólo fue alcanzado, sino que a través de Proa se estableció un vínculo de intercambio cultural que fue sustancial entre escritores españoles y latinoamericanos.
Estos lazos se profundizarían con el nacimiento de la mítica Revista de Occidente, fundada por Ortega Y Gasset en España en 1923 y con ella el nacimiento del modelo de  revista cultural del siglo xx.

El ejemplo más cabal en Latinoamérica, de la influencia de España en éste aspecto, será la Revista Sur,  fundada por Victoria Ocampo, en Buenos Aires, durante 1931.
Cabe citar un preciado testimonio de la escritora sobre su impresión cuando conoce al filósofo allá por el 16, en uno de los tantos viajes de Ortega a Buenos Aires:
 “ (…) quedé atónita ante su inteligencia efervescente, que bebía a traguitos por el cosquilleo de agua mineral que me producía” (Victoria Ocampo, Testimonios, 1924)
En éstas palabras resuenan  aquellas que escribió Salvador Dalí en Vida Secreta sobre cuando conoció a Lorca: “La personalidad de Federico García Lorca produjo en mí una tremenda impresión. El fenómeno poético en su totalidad y en carne viva (…)” (Vida Secreta, 1942)
Y hay ecos de las voces de tantos otros: “Cuando dos poetas se conocen y se dan la mano por vez primera, es como si dos corrientes transangélicas tropezaran, fundiéndose” (Rafael Alberti,  Imagen primera de, 1945).

Los escritores hablan de los escritores. Se enamoran de los escritores. Se hacen amigos, se encuentran, toman infusiones, hacen máquinas y experimentos. Escriben manifiestos, fundan revistas. Se pelean, cambian de parecer. Y, sobretodo, se fascinan.
Esa fascinación por el otro es el motivo íntimo por el cual se congregan.


           


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