La caza del Snark- Lewis Carroll-.



¡Buen sitio para el Snark! - gritó el Hombre de la campana, mientras desembarcaba con cuidado a la tripulación. sostenía a sus hombres sobre la superficie, asídos por los cabellos cada uno con un dedo-. ¡buen sitio para el Snark!: ya lo dije tres veces. Y lo que digo tres veces es verdad.

La tripulación completa comprendía: un camarero, un vendedor de bonetes y capelinas, un abogado, para zanjar las diferencias, un ropavejero práctico, para evaluar sus bienes.
Un apuntador de billar, de habilidad sorprendente, hubiera bastado tal vez para esta función, pero un banquero, conseguido a costa de grandes gastos, administraba sus finanzas.
Había también un Castor, que se paseaba sobre el puente, o tejía encaje sentado sobre el castillo de proa, y que a menudo (decía el hombre de la Campanilla) los había salvado del naufragio. Aunque ninguno de los navegantes sabía cómo.

Había allí un hombre famoso por el número de cosas que había olvidado al tomar el barco: su reloj, sus joyas, su paragûas, sus anillos y los trajes comprados para el viaje.
Poseía cuarenta y dos baúles, cuidadosamente confeccionados, con su nombre claramente pintado sobre cada uno de ellos; pero, como había omitido mencionar su existencia, se habían quedado esperando en la playa.

La pérdida de sus trajes no tuvo mayores consecuencias, porque, a su arribo, tenía puestos siete chaquetas y tres pares de zapatos, pero lo peor de todo era que había olvidado totalmente su nombre.



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